Perspectivas para hoy. ¿Qué vía de esperanza es posible?

 

Perspectives for Today. What Path to Hope is Possible?

 

Dominique de Courcelles

Université Paris Sciences Lettres (ENS-CNRS)

dominique.decourcelles@club-internet-fr

 

Resumen

El artículo plantea la urgencia de abordar los desafíos económicos, ambientales, sociales y morales de la actualidad. Examina la difusión del pensamiento de Ayn Rand y Friedrich Hayek, destacando cómo su visión del liberalismo y del mercado ha moldeado la sociedad moderna. Rand promueve el individualismo extremo y el egoísmo como virtud, mientras que Hayek aboga por la sumisión a las fuerzas del mercado, rechazando la regulación estatal y la cooperación social. La autora critica esta ideología deshumanizante y analiza cómo ha generado desigualdades y conflictos globales. Frente a este panorama, se exploran resistencias al liberalismo extremo y se propone un modelo de esperanza basado en el encuentro entre culturas, la solidaridad y la justicia. Finalmente, se destaca el mensaje del Jubileo 2025 y la reflexión de pensadores como Mariano Fazio y Charles Péguy, quienes reivindican la esperanza como motor de transformación social y moral.

Palabras clave

Liberalismo, Mercado, Esperanza, Justicia

 

Abstract

The article highlights the urgency of addressing today's economic, environmental, social, and moral challenges. It examines the spread of Ayn Rand's and Friedrich Hayek's ideas, emphasizing how their vision of liberalism and the market has shaped modern society. Rand promotes extreme individualism and selfishness as a virtue, while Hayek advocates submission to market forces, rejecting state regulation and social cooperation. The author critiques this dehumanizing ideology and analyzes how it has generated inequalities and global conflicts. In response to this scenario, the article explores resistance to extreme liberalism and proposes a model of hope based on cultural encounters, solidarity, and justice. Finally, it highlights the message of the 2025 Jubilee and the reflections of thinkers such as Mariano Fazio and Charles Péguy, who uphold hope as a driving force for social and moral transformation.

Keywords

Liberalism, Market, Hope, Justice

 

Hay urgencia. Junto a los magníficos logros científicos y tecnológicos, hay desastres de todo tipo que debemos considerar con lucidez: económicos, ambientales, sociales, morales, como una cultura del «mal». Ciertamente, no se pueden ignorar las inmensas dificultades y limitaciones económicas que son las de nuestro mundo: mercantilización global, desequilibrios, crisis ambiental. La situación requiere evaluaciones valientes, acciones comunes de quienes quieren que el mundo sea mejor. Y son muchos, a pesar de todo. Pero también sabemos que existen «lobos rapaces» que codician apoderarse de todas las riquezas materiales e inmateriales y así dominar los cuerpos y las almas.

En una frase memorable de Leviatán, en 1651, Thomas Hobbes definió la vida humana como «miserable, bestial y breve». Y estas palabras, crueles pero lúcidas, se pueden acercar al versículo bíblico: El pobre no desaparecerá de la tierra (Deuteronomio 15, 11). Esta miseria humana esencial exige la búsqueda incesante de la justicia y la evaluación incesante de sus avances o de sus retrocesos, ya que tantas personas en el mundo viven todavía hoy una vida que tiene exactamente estas tristes características. Aunque hay otras personas que han experimentado importantes avances materiales, no debemos olvidarnos de comprender quiénes son estos «lobos rapaces» y de qué lógica son los actores, conscientes o no. Según el Corán, el Profeta Muhammad recibió la siguiente misión: Te hemos enviado como misericordia para los mundos (Corán 21, 107); en la espiritualidad islámica el mal muestra lo que no se debe hacer, y, por tanto, es muy importante saber reconocerlo y evaluarlo para afrontarlo más eficazmente.

 

La difusión del pensamiento de la novelista «filósofa» Ayn Rand (1905-1982)

En este siglo xxi, tomar en serio las privaciones, iniquidades y servidumbres, todas estas negaciones de derechos que sufren los seres humanos en su vida, no es nada evidente. En los Estados Unidos, desde los años setenta del siglo xx, la difusión del pensamiento de la novelista «filósofa» Ayn Rand (1905-1982), gracias a la «generosa» distribución de sus libros a millones de ejemplares en las escuelas y universidades,[1] pisando así la influencia de la Biblia en los Estados Unidos, ha permitido dar una aprobación supuestamente moral a los financieros y empresarios de la globalización cuyo objetivo es una racionalidad económica que aplica los modelos de microeconomía a todos los comportamientos humanos.

Nacida en Rusia, Ayn Rand asiste al ascenso del comunismo y conoce la pobreza; en 1926, después de estudios universitarios de filosofía, se exilia en Estados Unidos y se convierte, contra Kant y Marx, en la defensora de un capitalismo fuerte. Ayn Rand afirma que el bien común es el crecimiento económico, que el egoísmo es una virtud y que hay que librarse de toda responsabilidad social porque una mano invisible esparcirá prosperidad y libertad sobre el planeta gracias a los «egoístas» que buscan su enriquecimiento, que la libertad y la razón van de la mano y son ilimitadas, y que sobre todo no hay que llenarse de residuos naturales y humanos, estos «parásitos», estos «mendigos», incluso delegando su cuidado a las familias e instituciones de las religiones.[2] La intención moral de la existencia es la búsqueda del «interés personal racional». Se trata de un materialismo, denominado «objetivismo» por Ayn Rand, que rechaza toda religión y se centra en el concepto del hombre «libre emprendedor», «creador de riqueza», como «ser heroico», cuya razón económica es absoluta.

La novela emblemática y cada vez más exitosa de Ayn Rand, Atlas Shrugged (La Revuelta de Atlas), publicada por primera vez en 1957, fue publicada en francés en 2011 con el título La Grève.[3] La ideología de Ayn Rand, que ha sumergido a los Estados Unidos, y tal vez al mundo, considera que «el Estado es el mal», ya que impone límites legales a los financieros y empresarios y desarrolla programas sociales que buscan corregir las injusticias o compensar las fragilidades y debilidades de personas y grupos.[4]

La doctrina única es ahora la de la «disciplina del mercado», a la que está vinculada la doble idea de libre competencia y de total desregulación; la disciplina del mercado, así fundada sobre la afirmación del principio de libertad, se convierte en ley moral. Por lo tanto, según la lógica de esta «disciplina», los reglamentos económicos establecidos por los Estados no son naturales, son «inmorales»[5]. Así es una revolución considerable, eminentemente deshumanizante, en la historia de la humanidad.[6]

Citemos algunas palabras del discurso programático del héroe de Ayn Rand, John Galt:

 

«Nosotros los hombres de espíritu, los cerebros... estamos en huelga contra una sociedad que nos inmola al interés general. En huelga contra una sociedad para la cual no es necesario merecer una recompensa para obtenerla, ni es necesario otorgarla a los que la merecen. En huelga contra una sociedad que condena la búsqueda de la felicidad individual. Estamos en huelga contra la doctrina según la cual la culpa es consubstancial a la vida... A través de los siglos, su código moral solo ha engendrado plagas y desastres... Por «valor» me refiero a lo que cada uno quiere adquirir y conservar con sus actos... La vida humana es el criterio moral por excelencia...  Es justo cuando el hombre acepta que debe juzgar a sus semejantes tan cuidosamente como a un objeto inanimado en el respeto incorruptible de la verdad, por un proceso de análisis estrictamente racional... ¿Se pregunta cuál es mi obligación moral hacia mis hermanos humanos? Ninguna... Juro por mi vida y el amor que siento por ella que nunca viviré para los demás ni pediré a los demás que vivan para mí»[7].

 

El teórico del liberalismo: Friedrich August von Hayek (1899-1992)

Contemporáneo de Ayn Rand, uno de los teóricos más representativos de lo que se denomina el movimiento «liberal» es sin duda Friedrich August von Hayek (1899-1992), que recibió el premio Nobel de economía en 1974. En los años 30, Hayek deja Austria para ir a Inglaterra y después de la Segunda Guerra Mundial se instala en los Estados Unidos. En sus obras, y en particular en Camino a la servidumbre que aparece en 1944,[8] Hayek considera que la planificación y el dirigismo[9] condujeron y conducen a los totalitarismos, y en particular al nazismo y al fascismo; son, según él, terribles errores que dejaron la «carretera abandonada» que había tenido tanto éxito para la constitución de la civilización moderna, es decir, la «carretera» regida por la libre competencia y el juego espontáneo de las fuerzas sociales. El argumento a favor de la competencia, explica Hayek, es lo siguiente: la competencia permite prescindir del «control social consciente», esa «razón dogmática», es decir, el papel de los Estados y sus instituciones. Afirma:

 

«La sumisión del hombre a las fuerzas impersonales del mercado ha hecho posible en el pasado el desarrollo de una civilización que sin ella no habría podido desarrollarse. A través de esta sumisión diaria contribuimos a construir algo más grande de lo que podemos entender... Hay que destruir esta sociedad compleja, o elegir entre la sumisión a las fuerzas impersonales y aparentemente irracionales del mercado, y la institución de un poder arbitrario»[10].

 

No entender y entender que no se debe buscar la comprensión, porque no se puede entender, eso es el corazón de la tesis de Hayek y del liberalismo en general. Hayek parece inscribirse así en la línea platónica: «Yo sé que no sé nada» siendo un adagio socrático, y en la línea, más cercana, de Montaigne. A lo largo de la Apología de Raimond Sebond (Ensayos II, 12) Montaigne ataca la pretensión de los filósofos y otros hombres de ciencia de poseer la verdad por su «razón». Contra todos los señuelos del saber, humanista y sobre todo escolástico, Montaigne advierte contra los efectos alienantes del conocimiento, mientras que reivindica la autonomía intelectual. El hombre no puede más que ser espectador de los fenómenos y aceptar las leyes de la evolución, la suya y la del mundo; los Ensayos tienden al conocimiento de sí mismo, que nunca acaba, porque no existe una identidad permanente.[11] Para Ayn Rand que retoma el mismo esquema para subrayar su perspectiva propia, el ser humano que aspira a la dignidad y al heroísmo nunca termina de ser bastante «egoísta». Así, en su novela Atlas Shrugged, Atlas, que es el ser heroico por excelencia, decide dejar de soportar el mundo para ser por fin verdaderamente «heroico».

En el sentido de Hayek, afirmar que no se puede saber nada es efectivamente un saber, y no de los menores: se trata de una ciencia capital y abarcadora, esta «doctrina única del mercado», bien apta para teorizar las relaciones del hombre con la realidad, según la cual conviene dejarse llevar por la fuerza de los fenómenos en un «procedimiento de descubrimiento». La ética se deduce de la teoría; la sumisión a las fuerzas impersonales del mercado que es también asentimiento no es, en esta lógica, una cesación del pensamiento, sino su continuación, el acto puro. Así cada agente económico debe preocuparse por sí mismo para «heroizarse» y llegar a ser el último rasero capaz de ver cualquier objeto del mundo, hombres e incluida la cultura, como un capital-recurso destinado a su propio interés.

Hayek explica que las «fuerzas impersonales y aparentemente irracionales del mercado» –demasiado complejas de entender– están en el centro de la organización de la sociedad. El hombre no tiene otra opción que la de someterse al mercado, dejando de lado toda razón crítica, y someterse a un poder totalitario implícito omnisciente. Aquí se confunden razón y razón dogmática; toda razón crítica y viva es ocultada. Existe, pues, una «auto-organización» razonable del mercado, difícil de comprender racionalmente, pero cuya necesidad hay que aceptar «por un humilde fervor religioso o por respeto a las doctrinas económicas», dice también Hayek.

Así el «mercado» queda asimilado a una especie de ecosistema autorregulador. Se inscribe naturalmente en un proceso evolutivo que muestra, por su éxito, su «superioridad darwiniana» sobre todos los demás sistemas de intercambios entre los hombres y las sociedades,[12] mientras que es solamente una forma histórica de intercambios humanos en una parte del mundo.[13] Queremos creer y creemos que conviene instaurar un sistema jurídico y policial de vigilancia dedicado a su desarrollo hasta el acaparamiento total de todas las energías para fines comerciales y jurídicos. Su «universalidad» justifica, pues, la necesidad de multiplicar a la vez las oportunidades comerciales y la explotación de las materias primas más raras del mundo entero, por todos los medios posibles de la fuerza y de la ideología. Todo esto se hace en detrimento de la razón crítica y viva y, por tanto, de la vida intelectual, de un interés sincero y desinteresado por el progreso científico y tecnológico. Así el mercado, según Hayek, se convierte en una especie de absoluto que no se puede entender en sentido estricto, un hecho primario natural, como un absoluto real y presente en el mundo. Así se instaura una verdadera «teología» del mercado.

En un artículo famoso publicado en 1999, el teólogo de la Universidad de Harvard, Harvey Cox, demostró que Milton Friedman, fundador de la Escuela de Chicago, al dar una ideología fuerte a la globalización, creó una religión basada en el modelo de la Suma teológica de Tomás de Aquino. Los temas de las páginas financieras están todos calcados sobre los temas de los textos teológicos. Los atributos divinos parecen los del mercado, y el misterio, que es el del lenguaje matemático y algorítmico del mundo de la informática que transforma cualquier operación de intercambio en ecuaciones incomprensibles para la gente común, explica su poder.[14]

Este orden impersonal, supuesta «providencia» impersonal del mercado, impone sin embargo a la gran mayoría de los hombres y mujeres –los «débiles» y «mendigos» de Ayn Rand– limitaciones que no son compartidas por todos. Por otra parte, resulta claro que el liberalismo económico no implica necesariamente el liberalismo político y se adapta muy bien a las dictaduras y totalitarismos. En la introducción general de la Histoire du libéralisme en Europe, publicada en 2006 bajo la dirección de Philippe Nemo y Jean Petitot, podemos leer:

 

«Si hubo (y hay) dominación geopolítica del liberalismo, fue precisamente porque había una riqueza y una superioridad científica y tecnológica de las sociedades que eligieron la opción liberal, y, si es así, es evidentemente porque hay algo objetivamente fecundo en esta opción y las sociedades que la han adoptado han adquirido una ventaja evolutiva»[15].

 

Un poco más lejos, los autores, al solicitar una diversificación del liberalismo «según las culturas», se entusiasman con las «versiones nuevas y originales del liberalismo, incluyendo las del liberal-comunismo chino». Así en nombre de la «teoría de la sociedad justa y buena» por venir, lo que recuerda la teoría marxista del advenimiento de una sociedad ideal, el «mercado» encontraría su justificación para ser ahora basado en una ideología de la sumisión ante un incomprensible e insondable, designado y definido por y para algunos.

 

Resistencias

Amy Chua, catedrática de derecho en la Universidad de Yale, demostró perfectamente en su obra World on Fire de 2003 que el liberalismo ha sido impuesto en numerosos países por minorías económicamente dominantes que coexisten con masas empobrecidas, lo que amplifica los conflictos étnicos con consecuencias catastróficas. Observa:

 

«Curiosamente, desde hace más de veinte años, los Estados Unidos fomentan el capitalismo salvaje en todos los países no occidentales... Privatización, eliminación de los subsidios y controles gubernamentales, libre comercio e iniciativas para promover la inversión extranjera. Casi nunca se trata de medidas concretas de redistribución»[16].

 

Citemos también aquí a Michel Blay, filósofo e historiador de las ciencias, director de investigación en el Centro nacional de la investigación científica de Francia:

 

«El liberalismo económico basado en la omnipotencia del mercado se agotará con el agotamiento de los recursos naturales y humanos, recursos que habrá dilapidado en dos o tres siglos de conquistas y producciones demasiado a menudo estúpidas: creación y multiplicación de las necesidades innecesarias y artificiales; equipamiento de los países llamados «emergentes» por exportación masiva de máquinas y capitales matando a las economías locales; equipamiento forzado de las antiguas colonias o de los países y regiones que se busca someter o desestabilizar como hoy Irak y Oriente Medio; sin hablar de los créditos al consumo ruinosos para el futuro y también sometiendo a cada uno, un poco más, al sistema consumista hasta la locura y la adicción. Y todo esto, ahora en nombre de un liberalismo que, llamándose científico, sustituye al socialismo que, en un tiempo no muy lejano, se decía también científico. Los males y los delirios de la cientificidad ¿no tendrán pues nunca fin?» [17].

 

Hayek se ajusta perfectamente a la ideología de Ayn Rand, cuando rechaza toda cooperación y solidaridad:

 

«La cooperación, al igual que la solidaridad, presupone un acuerdo importante tanto sobre los fines como sobre los métodos empleados para perseguirlos. Tiene sentido en el pequeño grupo cuyos miembros comparten hábitos, conocimientos y creencias específicos sobre lo que es posible. No tiene prácticamente ninguno sentido cuando se trata de adaptarse a circunstancias desconocidas... La competencia es un proceso de descubrimiento implicado en cada evolución que lleva al hombre a responder de manera no intencionada a situaciones nuevas; y es por su medio, no por el acuerdo, que aumentamos gradualmente nuestra eficacia»[18].

 

Preocupado por acabar con la razón como razón crítica, Hayek subraya que la capacidad de aprender se debe a la imitación y no a la razón. Hay que acabar con el conocimiento teórico. Criticando vivamente a Aristóteles y luego a Tomás de Aquino, Hayek llega hasta Descartes para atribuirle el inicio de una «forma de racionalismo» que

 

«declara que la razón pura puede construir por sus propios medios un mundo nuevo, una nueva moralidad, un nuevo derecho, incluso un nuevo lenguaje depurado. Esta forma de racionalismo, aunque teóricamente totalmente falsa, sigue dominando el pensamiento de la mayoría de los científicos y de muchos letrados, artistas e intelectuales»[19].

 

Todos, desde Descartes hasta Newton y Einstein pasando por los filósofos de la Ilustración, se habrían equivocado, según Hayek.

Es notable que, en febrero de 2025, inscribiéndose claramente en la línea de Hayek, el vicepresidente de los Estados Unidos retomó la concepción de «la cooperación tan como solidaridad... que tiene sentido para el pequeño grupo» y la calificó de Ordo amoris tomista. Según él, este Ordo amoris corresponde a un mundo con «diferentes y sucesivos muros de protección», lo que el filósofo Daniel Innerarity denuncia como «mundo amurallado», «psicopatología de los límites» en el «nuevo desorden global»[20]. El jefe de la Iglesia católica, el papa Francisco, respondió al vicepresidente estadunidense que Tomás de Aquino no dejó de subrayar que el único amor verdadero es el amor de Dios que invita a encontrar sin miedo a los demás y a amarlos, todos sin excepción.

Daniel Innerarity escribe:

 

«Uno de los ejemplos más absurdos es el de Amberes, que instaló un cinturón de murallas exteriores a nueve millas de distancia y esa barrera terminó limitando el espacio de la ciudad, que se vio así acorralada por sus propios recintos de defensa y además carecía de soldados suficientes para defender la propia fortaleza…»[21].

 

Para el filósofo sería mejor

 

«una frontera-red que permitiría pensar el mundo contemporáneo como una multiplicidad de espacios que se diferencian y entrecruzan, creando así unos puntos fronterizos que son también puntos de paso y de comunicación»[22].

 

Entrelazamiento de espacios múltiples, la esperanza

Ahora bien, la historia de las grandes culturas y civilizaciones del mundo nos enseña que lo que ha hecho la grandeza de la humanidad no es el mercado, el comercio que favorece una cierta facilidad económica, aunque esta tiene sin duda su importancia. Es sobre todo lo que está implicado por los encuentros, viajes, pasajes, intercambios, solidaridades…, este «entrelazamiento de espacios múltiples». Así se puede desarrollar el trabajo de la creatividad filosófica, literaria, artística, científica, etc., todo lo que evoca el arte del conocimiento y la dignidad humana, la ética y la belleza.

En efecto, a lo largo de los siglos ha habido figuras muy emblemáticas, por ejemplo, el comerciante veneciano Marco Polo y el teólogo de Tánger Ibn Battuta. Marco Polo recorrió el mundo desde Venecia hasta China entre 1271 y 1295, realizó numerosas misiones como consejero del emperador mongol Kubilai Khan antes de regresar a Venecia y morir en 1324. Ibn Battuta, que salió de Tánger en 1325 para ir a Mecca, regresó veintinueve años después de haber atravesado el África del Oeste, el Oriente Medio y la península Arábiga, luego el África oriental hasta la India, las Maldivas, China y las estepas rusas, y finalmente España. Es notable que ambos, en sus relatos, se deleitan en evocar todo tipo de mitos y leyendas, pero también hechos diversos o admirables, las organizaciones sociales y políticas de los países atravesados, las grandes realizaciones económicas o artísticas, los encuentros inolvidables.

Ya se trate del Devisement du monde (Libro de las Maravillas del Mundo) o del Rihla (Un Viaje), estos libros constituyen referencias duraderas en la historia geográfica, cultural y artística, social y política de numerosos países. Serán leídos, comentados, citados tanto por los cartógrafos como por los viajeros, por los juristas como por los filósofos o los políticos, por los teólogos como por los poetas, etc. permitiendo así ejercicios siempre renovados de la razón viva, positiva y crítica.[23] En el Libro III de sus Ensayos, publicado en 1588, Montaigne describe las consecuencias del descubrimiento del «mundo nuevo» para la visión de la humanidad:

 

«Nuestro mundo acaba de descubrir otro... No es menos grande, ni menos lleno, ni menos dotado de miembros... No lo hemos conquistado por nuestra justicia y bondad, ni subyugado por nuestra magnanimidad. La mayoría de las respuestas que nos dieron los habitantes de ese mundo y las negociaciones con ellos demostraron que no nos debían nada en términos de claridad mental natural y pertinencia»[24].

 

Montaigne explora, se asombra y admira, se apasiona por lo que ve, por los que encuentra, y su búsqueda es también personal, interior.

Así estos personajes entre muchos otros de la historia nos recuerdan que lo que importa siempre es el recorrido del mundo no tanto por la apropiación y la conquista caóticas y desdeñosas, sino por la inteligencia solidaria y dinámica de la vida:[25] «Ya no borrar la cultura, la historia, la memoria... para saber volver y salir… de los escombros», según la periodista Naomi Klein,[26] «hacer humanidad juntos y juntos habitar la tierra», según el filósofo Souleymane Bachir Diagne.[27]

El teólogo Emmanuel Durand, autor de Théologie de l’espérance (2024), recuerda que vivimos hoy una crisis profunda de la esperanza:

 

«Nuestras esperanzas están en crisis y esto ya es grave, porque la esperanza nos permite proyectarnos, darnos objetivos. La acumulación de crisis (geopolíticas, democráticas, ecológicas...) provoca una pérdida de perspectivas. También estamos haciendo la dolorosa experiencia de que la racionalidad tecnocientífica no tiene ningún control sobre la contingencia de la vida frágil, sobre las codicias humanas y sobre las voluntades de poder. Ante esto, ¿está en crisis la esperanza? Lo cierto es que no podemos contentarnos con una esperanza fácil, pero la verdadera esperanza nunca lo es»[28].

 

¿Qué vía de esperanza es posible hoy? El historiador, filósofo y teólogo Mariano Fazio, autor de una Historia de las Ideas Contemporáneas (2017) y de Transformar el mundo desde dentro (2019), propone en esta última obra:

 

«Nuestro amor por el mundo, condición indispensable para mejorarlo... nos dará una mirada llena de esperanza, lejos de las actitudes derrotistas... Nada de lo que sucede a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, nuestros hermanos y hermanas, nos dejará indiferentes... Nos esforzaremos por construir la sociedad en que vivimos luchando por la justicia»[29].

 

«Una mirada llena de esperanza», en frente de una actualidad desoladora.

Precisamente, el mensaje central del Jubileo del año 2025, definido por el papa Francisco, es la esperanza. En la Bula de indicción del Jubileo, titulada Spes non confundit, -La esperanza no defrauda, el 9 de mayo de 2024, el papa Francisco afirmó el vínculo entre la fe y la esperanza al citar la Carta a los Romanos del apóstol san Pablo:

 

«Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta gracia en la cual nos quedamos, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios… La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado (Rm 5, 1-2, 5)»[30].

 

Fe, esperanza y amor se unen para transformar el mundo, luchar por la justicia con lucidez y valentía. Así, por medio de la esperanza, el mundo podrá ser mejorado para todos y todas y adquirir su justificación duradera. Así se puede esperar contra toda esperanza

Para terminar, escuchemos a un poeta en vísperas de dos guerras:

 

La esperanza me asombra, dice Dios.

Y no puedo creerlo.

Esa pequeña esperanza que no parece nada.

Esta pequeña niña esperanza.

Inmortal...

Es esta niña, sin embargo, que atravesará los mundos pasados.

Esa niña de nada.[31]



[1] Cf. LAPHAM, L., «The Tentacles of Rage», Harper’s Magazine, October 28, 2008. Para más detalles podemos consultar el sitio del ARI (Ayn Rand Institute). Es notable que la difusión del pensamiento de Ayn Rand tuvo éxito sobre todo en las universidades de la «Bible Belt» en los Estados Unidos.

[2] Cf. MORGAN, N., Haine froide, à quoi pense la droite américaine? Seuil, Paris, 2012.

[3] RAND, A., La Grève (trad. española: La Huelga), Les Belles Lettres, Paris, 2011, traducción de Sophie BASTIDE-FOLZ. La publicación de este libro en francés ha sido posible gracias a ricos mecenas. «Atlas» se niega a seguir cargando el mundo sobre sus hombros. Es la revuelta de los ricos contra los mendigos, todos aquellos que el Estado hace vivir o protege. Se sabe que las «ideologías» americanas tardan siempre «algún tiempo» en llegar a Europa.

[4] La teoría de la «elección moral» de Ayn Rand no se interesa por los «sentimientos morales» ni por la «riqueza de las naciones» tampoco; lo que importa es el enriquecimiento de los «hombres heroicos».

[5] Eso evoca los supuestos de Emile de Jean-Jacques Rousseau.

[6] Cf. BARNET, R. J. et MULLER, R. E., Global Reach. The Power of Multinational Corporations, Simon and Schuster, New York, 1974. Ya en 1974, estos autores demuestran que quienes dirigen las empresas «multinacionales» son los primeros en la historia de la humanidad que tienen el poder tecnológico, financiero e ideológico para gestionar el planeta según un modelo económico único.

[7] RAND, A. La Grève, op. cit., pp. 1007-1008, 1011, 1017, 1020, 1068. Traducción a partir del francés.

[8] Paris, Librairie de Médicis, traducción francesa 1946, ed. Paris, PUF, 2005; 1a ed. en inglés, Chicago, University of Chicago Press, 1944.

[9] Hayek se opone aquí radicalmente al intervencionismo y a la concepción del Estado de John Maynard Keynes (1883-1946). Keynes es avergonzado tanto por Hayek como por Milton Friedman porque considera que el Estado es una empresa de derecho y de hecho que constituye un contrapoder esencial a los poderes de intereses particulares demasiado poderosos.

[10] Trad. a partir de la trad. francesa La Route de la servitude, PUF, 2005, Paris,p. 148.

[11] Cf. los artículos «Connaissance», «Scepticisme», «Science» del Dictionnaire de Michel de Montaigne, dir. Philippe Desan, Librairie Honoré Champion, Paris, 2004.

[12] Por ejemplo, Alain Minc afirma: «El capitalismo no puede derrumbarse, es el estado natural de la sociedad. La democracia no es el estado natural de la sociedad. El mercado sí». En: La France de l’an 2000: rapport au Premier ministre de la commission présidée par Alain Minc, Paris, Odile Jacob, 1994.

[13] Cf. El Número monográfico «Le marché dans son histoire», Revue de synthèse, 2006, 2.

[14] COX, H., «The Market as God. Living the New Dispensation», The Atlantic, marzo 1999.

[15] Histoire du libéralisme en Europe, bajo la dirección de Philippe Nemo et Jean Petitot, Paris, PUF, 2006.

[16] CHUA, A., World on Fire – How Exporting Free Market Democraty Breeds Ethnic Hatred and Global Instability, Doubleday Anchor Books, 2003 - Le monde en feu – Violences sociales et mondialisation, Éd. du Seuil, Paris,2007, p. 27-28 : traducción a partir de la trad. francesa.

[17] BLAY, M., Les clôtures de la modernité, Éd. Armand Colin, Paris, 2007, pp. 140-141.

[18] The Fatal Conceit. The Errors of Socialism, London, Ed. Routledge, 1988. Trad. fr. de Raoul Audouin, revisada por Guy Millière: La Présomption fatale. Les erreurs du socialisme, PUF, Paris, 1993, p. 30.

[19] Ibidem, p. 69.

[20] INNERARITY, D., Un mundo de todos y de nadie. Piratas, riesgos y redes en el nuevo desorden global, Espasa Libros, Barcelona, 2013, p. 78. Daniel Innerarity es catedrático de filosofía política y social en la Universidad del País Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democrática.

[21] Ibidem, p. 79.

[22] Ibidem, p. 85.

[23] Cf. MARCO POLO, La Description du monde, ed. y trad. por Pierre-Yves BADEL, Ed. Poche, Paris, coll. «Les Lettres gothiques», 1998; Ibn Battuta, Voyages, 3 vol., bajo la dirección e introducción de Stéphane YERASIMOS, trad. de C. DEFREMERY, B.-R. SANGUINETTI, Ed. Poche, Paris, coll. «La Découverte», 1997.

[24] DE MONTAIGNE, M. Essais, edición por Pierre VILLEY, bajo la dirección y con el prólogo de V.-L. SAULNIER, Quadrige/PUF, Paris, 1988. Trad. española a partir del texto editado por Pierre Villey.

[25] Cf. DE COURCELLES, D. «Des corps qui parlent le monde: marcher au XXIe siècle et respirer dans la rose lumière», L’Homme du XXIe siècle et son malaise, Ed. L’œil du souffleur, Paris, 2012, pp. 59-74.

[26] KLEIN, N., La stratégie du choc -La montée d’un capitalisme du désastre, Actes Sud, Paris, 2020 (1a edición en inglés, 2007) (Actes Sud, 2008, 2020), p. 723.

[27] BACHIR DIAGNE, S., Universaliser «L’humanité par les moyens d’humanité», Albin Michel, Paris, 2024, p. 157.

[28] Entrevista en La Croix, 5 de enero de 2025.

[29] FAZIO, M., Transformar el mundo desde dentro, Madrid, Palabra, 2019.

[30] Biblia de Jerusalén.

[31] PEGUY,C., Le Porche du mystère de la deuxième vertu, 1912.